Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. (Salmo 30)
Señor Padre Todopoderoso, Hoy me levanto sin fuerzas, vengo de una larga noche, siento que la soledad es una alta muralla que me cierra todos los horizontes, levanto los ojos y no veo nada. Mis hermanos me dieron la espalda y se fueron, mi compañía es la soledad, mi alimento la angustia. Una cruel agonía se me ha detenido y no me permite ver las cosas con claridad.
Padre, Hoy te pido que tomes mi mano, la apretes muy fuerte y me saques de este horrible calabozo. El miedo y la noche me rondan como fieras, y sólo me quedas Tú, como única defensa y baluarte.
Padre amado, tengo la firme convicción de que la aurora volverá, y me consolarás de nuevo y la armonía cubrirá los horizontes y ríos de consolación correrán por mis venas. Mi alma cantará eternamente tu misericordia, porque me has consolado.
Amén.