
Padre de todo los hombres, dónanos la serenidad, haz que en todo el mundo ningún hombre muera o sufra por viles atentados terroristas, ni por las guerras de cualquier género. Suscita en el ánimo de cuantos se profesan creyentes el deseo ardiente de actuar por el bien y la vida, y en ningún caso para destruir y matar a un semejante. Quita de las manos de cuantos se arman el deseo insaciable del esparcimiento de sangre, fruto del odio y del rencor que no puedan encontrar aceptación en el corazón de los hombres verdaderos. A éste mundo afligido de tantos males, entre ellos el hambre, las enfermedades, la falta de trabajo, la ausencia de la verdadera democracia, dona un tiempo de tranquilidad y de esperanza sin más temores para cada hombre de ser muerto por el terrorismo y por guerras asesinas. Por encima del cielo, donde habitas sereno concede a la humanidad entera el vivir en paz.
Amén