
Tú que me has dado, mi Dios, la inteligencia para distinguir lo que está bien de lo que está mal;
hoy reconozco que algo está mal, yo soy culpable de no esforzarme para resistir.
Sé que seguí el camino equivocado, y que lo hice bajo mi libre voluntad, pero también sé que debo hacer el bien, por eso quiero cambiar el rumbo.
He cometido muchos errores pero mi ángel de la guarda me da la fuerza para resistir a las sugestiones del mal, y salir victorioso de la lucha. Los defectos son las barreras que me separan de Dios, y cada fracaso domesticado es un paso en el camino del progreso que me acerca más a él.
Y no volveré a fallar con la gracia de Dios mi señor misericordioso, amén.