
SeƱor, Dios mĆo, en ti yo me refugio, lĆbrame de mis perseguidores, sĆ”lvame. No sea que me atrape como un león, y me arrastre sin que nadie me salve.
āSeƱor Dios mĆo, si he actuado mal, si ha manchado mis manos la maldad, si he devuelto mal por bien, o despojado sin razón a mi contrario, que mi enemigo me persiga y me alcance, que aplaste mi persona contra el suelo y esparza por el polvo mis entraƱas.
āEnójate, SeƱor, y ponte de pie, haz frente al furor de mis opresores. DespiĆ©rtate, oh Dios, para abrir el juicio. Que la asamblea de las naciones te rodee, y presĆdela tĆŗ, desde lo alto.
Tú que juzgas a las naciones, proclama, Señor, mi rectitud y reconoce mi inocencia. Pon fin a la maldad y a los malvados, y fortalece tú al justo, pues las mentes y los corazones tú sondeas, tú que eres un Dios justo. Dios es el escudo que me cubre, él, que salva a los de recto corazón. Dios es un juez justo, atento siempre para castigar. Arrepiéntanse, o tengan cuidado:
El SeƱor tiene su espada afilada, su arco tenso y la flecha apuntando. Tiene en su mano, siempre preparadas, armas mortĆferas y flechas encendidas.
Miren al hombre preƱado de malicia: Concibe la desgracia y da a luz el fracaso. Cava una fosa y la hace profunda, pero en la trampa que ha hecho caerƔ. Su maldad le recae en la cabeza y le rebota en la cara su violencia.
Yo alabarĆ© al SeƱor por su justicia y cantarĆ© al Nombre del AltĆsimo.”
Salmo 7