Oraciones a Nuestra Señora de Altagracia

!Oh, Madre de la divina sabiduría y por eso Madre de Dios de Altagracia! Postrado a tus pies éste miserable tuyo viene a pedirte dos gracias con esta oración.

La primera es una alta gracia de grande honra y gloria para la tierra, pues es la exaltación de la santa fe católica, la extirpación de las herejías, la paz y concordia entre los príncipes cristianos, las victorias contra los infieles y la rendición de los cristianos cautivos.

La segunda es la gracia justificante para este arrepentido pecador, que ya aborrece los viles deleites de la culpa, y propone no ofender más a la bondad infinita.

Por tu mano, Señora, espero esta misericordia, para que después de servirte en esta vida, llegue a gozar en la otra de la Divina Gracia.

Para que más bien pueda contar las misericordias de Dios, os pido atendáis a mi necesidad y me concedáis la gracia que os voy a pedir.
(Aquí parándose un poco en silencio, pedirá cada uno lo que necesite), y después dirá:

Así Madre mía lo espero de vuestra piadosa liberalidad; más si acaso no conviniere mi petición, me resigno en tu santísima voluntad; dadme paciencia para tolerar los trabajos y pasiones de la vida, hasta el fin dichoso de verte con tu hijo Jesús en la gloría.
Amén.

Oración

Oh Señora y Madre mía de Altagracia.
Con filial cariño vengo
A ofrecerte en este día
Cuanto soy y cuanto tengo:
Mis ojos para mirarte
Mi voz para bendecirte
Mi vida para servirte,
Mi corazón para amarte
Acepta, Madre, este don
Que te ofrenda mi cariño 
Y guárdame como a un niño
Cerca de tu corazón.
Que nunca sea traidor 
Al amor que hoy me enajena
Y que desprecie sin pena
Los halagos de otro amor.
Aunque el dolor me taladre
Y haga de mí un crucifijo
Que yo sepa ser tu hijo,
Que sienta que tu eres mi Madre.
En la dicha, en la aflicción
En mi vida, en mi agonía
“mírame con compasión
No me dejes Madre mía”.

Oración

A Ti venimos, Señora de Altagracia,
Ciruela entera te reza en su canción.
Te está diciendo que eres nuestra Madre,
Que cada hijo te da su corazón.

Tu imagen, Madre, es muy hermosa,
Tu rostro vello es una flor.
Mas el tesoro que nos ofreces,
No está en tu imagen, está en tu amor.
         Cuando nacimos, tu gran ternura,
          Desde la ermita nos acogió.
          En nuestra muerte queremos Madre,
          En tu regazo, hallar a Dios.
Aunque tus hijos se vayan lejos,
Jamás reniegan de tu calor.
Tú sabes, Madre, que te recuerdan,
En la alegría y en el dolor.
          A hombros vienes como una Reina,
          Entre cantares como mujer.
          Y Dios te mira como a su Madre,
          Como este pueblo te quiere ver.​

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