
Reyes de la tierra, cantad a Dios,
tocad para el SeƱor,
que avanza por los cielos,
los cielos antiquĆsimos,
que lanza su voz, su voz poderosa:
«Reconoced el poder de Dios.» (Salmo 67)
Aquà estoy, Señor, despierto nuevamente. El sueño aún estÔ en mis ojos, pero en mis labios despierta tu alabanza.
Te alabo y te bendigo. Nosotros, es decir, el agua, el cielo, y la tierra. Nosotros, el pasto, los arbustos y los Ć”rboles. Los pĆ”jaros, los insectos, todos los animales. Nosotros, la gente, aquĆ, sobre esta tierra. Todo lo que has creado se regocija en tu sol, y recibe tu gracia en su calor.
El dĆa brilla aun en el rocĆo de los pastos. La niebla flota aun en la copa de los Ć”rboles, y la brisa suave promete una buena jornada. ĀæPor quĆ© no habrĆamos de disfrutar Todo lo que has creado?
Estoy muy feliz en esta maƱana, SeƱor. No permitas que las horas y los dĆas se nos escurran entre los dedos, sino que fluyan en tu abundancia.
AmƩn.