
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.(Salmo 121)
Padre nuestro, Hoy te pido que con la misma sangre que derramó tu hijo en la cruz, me cubras a míy a mi familia, para que ningún mal sea capaz de acecharnos. Expulsa lejos de nosotros a todo aquel y aquello que quiera dañarnos, aleja todo peligro y amenaza que se oculte entre las sombras, malas influencias y malas palabras.
Amantísimo Señor, Cubre con tu majestuosa sangre cada costado de mi hogar, y asimismo, la mente y pensamientos de cada uno que en ella habitamos. A tus ojos somos perdonados y puros, a la espera de que llegue nuestro momento y vivir en el triunfo, enséñanos el camino del amor y la paz, aparta todo orgullo, desprecio, ira y depresión.
Arrópanos en tu manto amoroso y cada uno seamos fieles oyentes de tu testimonio, sin burlas ni quejas sobre ellos, ni blasfemias o actos que a tus ojos no son agradables. En el nombre de Jesús.
Amén.