
Señor, Luz del mundo, Maestro supremo desde la Cruz hacia la cual todas las cosas convergen; desde el abismo de mi indigencia clamo a Ti, que has querido confiarme la misión preciosa y terrible de hablar a los hombres. Yo sólo quiero hablar de lo divino, y de todas las cosas dentro de lo divino.
Maestro, TĆŗ presides mi mesa de trabajo como el altar de la ofrenda mĆ”s humilde. Tus moribundos ojos que iluminan al mundo, son la luz de mis pĆ”ginas. Ćyeme. No te pido tanto el esplendor de la sabidurĆa humana, como el fuego de la iluminación interior. Ni tanto el don de producir la belleza, como el de comunicar el amor. Porque mi fin, en esta hora aciaga de la tierra, TĆŗ lo sabes, el fin por el que trabajo, me desvelo y me empeƱo, es el de convencer a los hombres de la necesidad de volver a Ti, del deber de reconocerte, y del gozo de amarte.
SeƱor, la multitud tiene hambre y sed de Ti. Junto a los que maquinan por precipitarla en las tinieblas, mi libro, mi columna, sean por Tu gracia un diminuto fermento de caridad y de luz. SeƱor, cuando en esta forma me colocas ante la multitud, sea para que todos miren, no a mĆ, no a mi palabra, sino a Ti para que se cumpla Tu palabra: “Cuando fuere levantado en alto, atraerĆ© todo hacia mĆ”
āLevantarte en alto, SeƱor, ese es mi ideal. TĆŗ sabes bien que no apetezco la gloria del mundo. Lo que yo quiero es Tu gloria. Tu gloria es la mĆa. SeƱor, eres TĆŗ quien ha puesto la pluma en mis manos. La pluma, TĆŗ lo sabes, es toda una cruz cuando nos percatamos de su peso tremendo; porque toda pĆ”gina ahora va colmada de vida o de muerte para las almas. SeƱor, que yo lleve esta cruz con fruto de eternidad. HĆŗmeda de Tu Sangre preciosa, mi pluma, en mis manos levantadas al cielo, despojadas de toda avidez de premio pasajero, no traduzca sino Tu mensaje…
Llevando esta cruz, tambiĆ©n quiero recordarte todos los dĆas mi debilidad. No permitas que el desaliento haga presa de mĆ, ni por la persecución, ni por la indiferencia, ni por la incomprensión, ni aun por las vicisitudes de mi vida. Haz que yo escriba hasta la Ćŗltima lĆnea que tienes pensada, y se TĆŗ mi fortaleza.
Dame cada vez mÔs humildad, y mÔs gratitud pues has querido en alguna forma valerte de la nada que soy, para recordar a los hombres el Todo que Tú eres. Ante todo se cada vez mÔs mi ideal, para ser cada vez mÔs capaz de proponerte como ideal a los otros. Consúmame en Tu semejanza para que yo pueda con veracidad invitar a Tu semejanza. Para esto clÔvame Contigo por encima del mundo, para que en el magisterio de mi pluma pueda enseñar con visión sobrenatural desde la altura de la Cruz.
Haz que la promesa del Consolador se realice en mĆ. Haz que no tanto mi obra como mi vida sean un vivo recuerdo de Ti; un memorial de JesĆŗs, y de Ć©ste, Crucificado…
SeƱor, Ā”TĆŗ eres todo lo que quiero saber, y lo Ćŗnico que pretendo enseƱar! Ā”ConcĆ©demelo!ā